Un italiano en la historia del rock
ecuatoriano. Entrevista a
Federico Rossi.
Entrevista
realizada por Davide Matrone
El bajista italiano Federico Rossi
Recientemente
ha abierto sus puertas un nuevo local en Quito, un bar que se llama 1865. Ambiente acogedor, buena música, rica cerveza.
Pero este bar tiene una particularidad: sus paredes están forradas con discos,
posters, afiches, guitarras, camisetas, todos objetos que han pertenecido a
muchas bandas de rock ecuatorianas. De hecho, es el nuevo museo del rock
ecuatoriano, un bar que rinde homenaje a las principales bandas del rock hecho
en Ecuador. Bandas como Cruks en Karnak, Muscaria, Guardarraya,
encuentran su merecido tributo en este sitio. Entre cervezas y charlas entre
amigos descubro con sorpresa que entre todos estos artistas hay un
italiano. Federico Rossi, originario de la
ciudad de Crema en la provincia de Cremona, es el bajista de Curare, la banda que se caracteriza por fusionar el
rock con ritmos típicos de la música andina. Federico vive aquí en Ecuador
desde hace 20 años y ha aceptado encontrarme y contarme su experiencia en el
mundo musical ecuatoriano.
¿Cómo
te sientes al ser el único italiano en la historia del rock ecuatoriano?
Es un
honor sin duda ser parte de un proyecto musical tan importante como lo es Curare, dejar una huella, aunque mínima en la historia
musical de un país es realmente emocionante. Curioso al mismo tiempo,
porque Curare fusiona el rock con ritmos típicamente
andinos, se cataloga como Folk-Rock, y que un italiano integre una de las
principales propuestas de rescate y defensa de la música folklórica nacional
(dentro del mundo del rock es la más importante) es algo por lo cual me siento
honrado y profundamente agradecido.
Después
de tantos años en Ecuador, ¿cómo mantienes vivas tus raíces italianas?
El hecho
de que yo luzca tan integrado y comprometido con la cultura ecuatoriana no
significa que haya perdido mis orígenes. Tus raíces nunca mueren. Por más que
uno viva tantos años en otro país no pierde su identidad cultural. Pero
considero que, como parte del crecimiento de una persona, es importante mirarse
alrededor y adaptarse a un nuevo ambiente, vivirlo y respetarlo. Es una forma
de respetar el ser humano en su totalidad y al mismo tiempo respetar y agradecer
el país que te acoge y te regala oportunidades que tal vez en tu país de
nacimiento no habrías tenido. No
concuerdo con muchos extranjeros, incluso muchos italianos, que consideran su
cultura como “superior”. No existen culturas superiores a otras, sino
diferentes, y una persona inteligente sabe y debe aceptarlas y respetarlas para
aprender de ellas, sin necesariamente perder o renunciar a la propia.
¿Cuáles
son tus influencias musicales?
Básicamente
los cantautores italianos y el rock clásico. Las vertientes que cada uno tiene,
tanto en casa, en familia, y afuera con los amigos. En mi casa he crecido
escuchando cantautores italianos como De Gregori, Battisti, Bennato, luego he
descubierto Guccini y De André. Obviamente pertenezco a la generación que ha
crecido con Vasco Rossi. En cuanto al rock
clásico las influencias más fuertes para mí siempre fueron Led Zeppelin y Pink Floyd, pero
también el punk de The Clash y,
como buen noventero, el Grunge.
¿Qué
es el rock para ti?
El rock
para mí no es un género musical, es una forma de ver y vivir la vida. En los
’60 nació como movimiento de contra-cultura, significaba ir en contra de lo
establecido por el sistema y cambiar las cosas. Con los años el concepto se ha
distorsionado un poco y ahora muchos lo relacionan solamente con el metal, con
el pelo largo y vestirse de negro. No es así. Apegándose a esos clichés uno cae
en la misma visión social conservadora que, supuestamente, el rock quiere
cambiar. Por ejemplo, hay personas que critican Curare por tocar rock con
instrumentos andinos, es decir, “no rockeros”. Esas personas demuestran la
ignorancia de quien dice ser rockero pero es más conservador que nuestros
abuelos. La mente abierta es un requisito fundamental para la vida en general y
si uno quiere definirse rockero, aún más.
CURARE
¿Cómo
empezó tu camino en el mundo musical?
Empecé a
tocar la guitarra en Italia, en los años 90. Tocaba en un grupo de mi ciudad
que se llamaba Esodo. Hacíamos covers de música
italiana de protesta. Luego nuestro bajista se fue y llegó un guitarrista más
hábil que yo, así que me “propusieron” pasarme al bajo. Es un poco la historia
del comienzo de muchos bajistas: el que peor toca la guitarra se va al bajo (risas). Es un clásico entre un grupo de jóvenes que
quiere formar una banda. El bajo me gustó enseguida. Luego vine aquí al Ecuador
y tuve la posibilidad de estudiar música en conservatorios privados y con
excelentes profesores particulares (uno entre todos Marcelo Aguilar, quien fue bajista de Contravía). El bajo en realidad es un instrumento
esencial dentro de un conjunto musical, sus características permiten enlazar la
parte armónico-melódica con la parte de las percusiones, un rol fundamental
para el producto final que llega al público. Tal vez por sus frecuencias bajas
resulta poco evidente, pero si faltara entonces la canción no tendría cuerpo.
Así que, si entre los principiantes el bajo resulta ser un instrumento de
segundo plano, esa es una gran mentira.
¿Cuál
fue tu recorrido musical en Ecuador?
Viví en
la ciudad de Cayambe por diez años y frecuentaba mucho la parte norte del país.
Mi primera experiencia musical aquí en Ecuador fue en la ciudad de Ibarra con
un grupo que se llamaba Magma. Luego en
Cayambe un grupo que se llamaba Moby Dick. Hacíamos
covers de rock clásico. Después, aun viviendo en Cayambe, empecé a frecuentar
Quito y entré a la agrupación Mosquitas Muertas,
con Juan Pablo Rosales y David Rosales, los que luego darían vida a Curare. De hecho,
se puede decir que las Mosquitas Muertas fueron el embrión de Curare. Recuerdo
que con las Mosquitas empezamos a fusionar el rock con ritmos andinos, teníamos
un cover de una canción de Inti Illimani, hecha
a nuestra manera. Esos eran los años en los que estudiaba música y recuerdo que
quedé impresionado por los ritmos latinos como la salsa y el son. Claro, como
buen europeo. Ahí fue cuando decidí seguir mis instintos musicales y continuar
explorando los ritmos latinos, para mí una nueva dimensión, extraña y
fascinante.
A
principio del nuevo milenio tocaba en un grupo llamado More Zu, tocábamos rock con fuertes influencias
latinas. Cuando vine a vivir aquí en Quito me convertí enseguida en músico de
bares, tocando todo tipo de repertorio, desde lo bailable al jazz, y tuve la
oportunidad de integrar las bandas de algunos importantes artistas de la escena
pop-rock como, entre otros, Johanna Carreño, The Covers Duo y Fernando Pacheco.
Hace un
año volví a juntarme con Juan Pablo y David en Curare,
un verdadero privilegio ya que encontré una banda con una trayectoria de 15
años, madura y totalmente posicionada en la escena rock del país.
Actualmente,
aparte de Curare, participo en otros proyectos musicales, como Iluman y Al Vortex. Y no
podía faltar la música italiana: desde hace algunos años toco con los Carbonari, un grupo de música italiana compuesto en su
mayoría por músicos italianos radicados aquí en Quito.
¿Fue
difícil para ti adaptarte al mundo musical ecuatoriano?
Me considero una persona curiosa y adaptable, lo demuestra el hecho de que domino bastante bien el idioma español, tanto que muchos ecuatorianos a veces no captan el hecho de que sea extranjero. Creo que lo fácil o lo díficil en adaptarse a un ambiente nuevo o a una nueva cultura dependa totalmente de la actitud con la que se la efrenta. No, para mí no fue díficil. Además, encontré muy buenos amigos que hicieron el camino mucho más fácil y divertido.
Excelente post, una entrevista muy interesante...
ResponderBorrarme quedo con la frase: "La mente abierta es un requisito fundamental para la vida en general", gracias por compartir Davide por este espacio.
Muchas gracias por tu lectura y comentario querido Néstor. Saludos
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